martes, 22 de septiembre de 2009

CIRCO MOMO VISITA CIRCO SOCIAL DEL SUR

La zona industrial de Buenos Aires, venida a menos entre la década de los 70 y los 80, es el escenario donde se han construido los barrios “pobres” de la capital argentina. Tras un recorrido de unos 40 minutos, luego de tomar el subte, la ruta 37 y caminar algunas cuadras solitarias llegamos a “Barracas”, donde tiene su sede “Circo Social del Sur”, una de las experiencias de circo social en Latinoamérica, que hemos querido buscar para afianzar nuestro proceso de crecimiento como institución en esta misma línea de intervención social, conocer más de cerca otros procesos y enriquecer nuestra metodología, aún en construcción.

Cuando la calle asfaltada termina, aparecen bajos nuestros pies tierra y piedras, porque sólo de eso está hecha la calle, la única que se abre ante nuestros ojos. Una cantidad de perros famélicos, pulgosos y de mirada triste disfrutan del sol de invierno; se preparan para el frío de la noche. Los niños, ausentes ante nuestros ojos en el gran Buenos Aires, aquí aparecen por montones y, como en todo barrio, juegan en la calle, corren, saltan, se gritan, se esconden, se amontonan y miran curiosos.

Al llegar a la puerta de “Circo Social del Sur”, nos encontramos con un galpón pequeño pintado en su fachada, con jóvenes que montan zancos y hacen malabares, un anuncio multicolor de lo que pasa de las paredes hacia adentro todos los días. La puerta no se abre porque están preparando el espectáculo que presentarán más tarde y nadie puede ver lo que allí sucederá, de otra forma ya no habría sorpresa.

En la puerta oxidada del galpón un grupo de niños se asoma, quieren ver qué es lo que está pasando y alguien dice:

- No podés aún, ¡están ensayando!

Entonces, uno de los chicos del grupo contesta

- Y, ¿quién dijo que no puedo?

Su tono desafiante es todo un retrato, más bien, un espejo de lo que vivimos día a día; puede ser que su acento suene diferente, pero no su actitud, ni su mirada, ni su tristeza, tampoco su sonrisa maliciosa y su aire de chico rudo.

Al fin entramos y podemos ver que el galpón es un espacio pequeño, mucho más de lo que se aprecia desde afuera. Telas, trapecios, cuerdas y colchonetas son los implementos que saltan a la vista. Paredes coloridas y también algo ajadas, en este espacio se nota el trabajo y, en algunos aspectos, también la falta de recursos.

Luego de una corta presentación con los integrantes de Circo Social del Sur entre los que hay alumnos y profesores, nos sentamos para compartir entorno a la pregunta: ¿cómo el circo nos ha transformado la vida? Para los jóvenes de Circo Social del Sur presentes en este diálogo, es claro que la experiencia les ha cambiado sus opciones de vida, si no fuera por el circo, dicen ellos, la opción seguiría siendo la esquina de los “malos”, la droga, el tiempo perdido. Si no fuera por el circo, estos jóvenes de Buenos Aires vivirían la misma rutina de esta América Latina que se nos hace similar en Colombia o en Argentina, donde las palabras que la nombran son distintas, pero significan lo mismo.

Lo más claro de esta experiencia es que, tanto para Circo Social del Sur como para Circo Momo, lo realmente importante son los seres humanos con quienes trabajamos todos los días. Sin bien el espectáculo es vital y es la oportunidad de poner sobre el escenario todos los talentos y aprendizajes, será la vida el escenario más importante, la tras escena en la cual, las competencias adquiridas a través de la formación artística se pondrán de manifiesto al tomar decisiones, enfrentarse al otro, trabajar en equipo, asumir riegos, replicar lo aprendido.

Circo Social del Sur es una institución con más de 10 años de trabajo en Buenos Aires, nosotros con sólo cuatro de existencia encontramos allí un referente y, también, la confianza de que, aunque faltan muchas cosas por hacer, vamos por buen camino.

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